A casi
dos meses del paso del Huracán María, me pregunto si verdaderamente Puerto Rico
se levanta. Por un lado, vemos cuán
rápido y eficientemente se han movilizado entidades privadas y sin fines de
lucro locales, extranjeros y de la diáspora para allegar ayuda alimentaria y de
primera necesidad a los afectados y sus comunidades. Por otro lado, vemos la ineficacia y lentitud
de las agencias estatales y federales como lo son Educación, Manejo de
Emergencias, Recursos Naturales, Salud y FEMA por mencionar algunos. A 60 días, aquel grito de unidad que se lanzó
el 20 de septiembre como un llamado urgente a la solidaridad se ha ido opacando
por los interminables dimes y diretes y el inacabable "quitate tu pa' ponerme yo" que permea muchas de las gestiones a nivel
de gobierno además de las discusiones que genera la culpa, que al fin y al cabo
siempre es y será huérfana en los albores de la política partidista de este
país.
En
definitiva, esta emergencia ha dejado al relieve que los municipios son y serán
siempre la primera línea de defensa de y ayuda a sus ciudadanos. Lamentablemente, la fuerza de esa línea principal
se ha visto afectada por el recorte de fondos que todos sufrieron como parte de
las medidas de austeridad adoptadas por el Plan Fiscal que también ha sido
objeto de una culpa permanentemente huérfana.
Agreguémosle a eso los graves
déficits presupuestarios de la mayor parte de los municipios, que por décadas y
a la fecha han sobrevivido sobreestimando sus ingresos. Problema que, lejos de
corregirse con el surgimiento de nuevas administraciones, se perpetúa detrás
del melodrama donde se instala la culpa en administraciones anteriores, lo que
no resuelve el problema. Por el
contrario, le continúa pasando la papa caliente al próximo alcalde de turno o
le revienta en la cara al incumbente que prevalece en los procesos electorales
a pesar de lo evidente que sea la ineptitud de su gestión previa.
Ahora,
si bien es cierto que muchas de las limitaciones de los municipios son auto
infligidas y consecuencia de decisiones arbitrarias en los procesos que
confronta el Gobierno Central con la Junta de Control Fiscal y PROMESA, no es
menos cierto que en esta emergencia hemos visto alcaldes y alcaldesas echando
el resto en la calle, donde siempre han debido estar con su gente y no en la
comodidad del aire acondicionado, donde solo llegan los papeles y la realidad
alterna que les plantean sus subalternos y no aquella que solo se vive y golpea
cuando los confronta de frente.
Definitivamente, ver el esfuerzo que han hecho muchos alcaldes desde el
día 1 debe reconocerse, en especial dado el lento y pobre apoyo que recibieron
de FEMA durante las primeras semanas.
Por
otra parte, esta emergencia también ha puesto de manifiesto el crítico problema
de infraestructura, salud, educación y más crítico aun, de comunicación y
colaboración entre municipios y agencias estatales. Nada mejor para representar ese triste
escenario que la disputa que han protagonizado el Departamento de Recursos
Naturales y el Municipio de San Juan.
Mientras vemos comunidades que, indistintamente de ideologías y
diferencias que puedan tener sus integrantes, se han unido por un bien mayor común: sacar adelante
a sus familias, sus escuelas y sus comunidades, tenemos al liderato del país
desperdiciando tiempo y energía en dejar establecido quien es el culpable de
las inundaciones en Ocean Park. La
ciudadanía no necesita en estos momentos esa dinámica, necesita unión genuina
entre boricuas que, aunque pueden diferir en ideologías sepan unirse por el
bien común: levantar el país. Lo que el país espera de ustedes secretarios de
departamento, alcaldes, legisladores, gobernador y demás funcionarios
públicos es unidad más allá de ideologías.
Lo que el país necesita de ustedes es soluciones en conjunto cuando un
problema se presenta. Al igual que las
comunidades han dejado de lado viejas enemistades y diferencias vanas y
superficiales como las que crea la política, esperan que sus líderes busquen soluciones, unilaterales o en conjunto, a los problemas que les aquejan. Por favor, tomen nota.
Finalmente,
señor gobernador, concluyo esta columna dirigiéndome a usted y a su
administración. Puerto Rico y ustedes,
todos más allá de ideologías, tenemos un reto común a corto y a largo plazo:
levantar a Puerto Rico en todos los niveles.
Para ello, se necesita verdadera transparencia: esa que tanto pregonó en
su campaña. Se necesita temple para despedir a aquel funcionario que le falle a
la confianza que implica esa transparencia. No se necesitan los toallazos que
han caracterizado gestiones anteriores de ambos colores. En fin, el Puerto Rico que dejó María no
necesita más de lo mismo, necesita mucho más: necesita que sus líderes electos
demuestren en este momento ese liderato actuando afirmativa y asertivamente,
distanciándose de los dimes y diretes que siempre han permeado la gestión
política y enfocándose en la lucha que queda por delante que, por si no se han
dado cuenta, es mucha y ya no se reduce a la cuestión económica y la Junta de
Control Fiscal. Ahora todo es más
complicado señores y lo que ustedes hagan bien o mal hoy, repercutirá en todos
mañana: los que nos quedamos y los que se van.
No sean parte del desastre que ya nos agobia, sean parte de la solución
que encamine un futuro para todos, porque todos somos Puerto Rico.